
III
Arrogancia mía, impávida
en nada medra nuestra pelta, mi ser.
Huid, solo déjame
sigue de camino de los meandros
vete sigiloso espíritu del aire
pues inerme me quiero
manso y refulgente cristal.
Si, solo así en silencio, sin ti
rondaran mis predios
escuchare silbidos y murmullos de encantaciones
tras la muria estará ella
mi beldad.
Subiré, bajaré, la veré
viviré y moriré
despreocupado de lapidas, de ánforas
de mis propias cenizas.
Seremos dulcedumbre de miel, pura miel
y empalagados nos verán
asidos a nuestra colmena.
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